martes, 26 de enero de 2016

¿Moderno o Clásico? Esa es la cuestión.

Cuando estoy en una tienda departamental, sucede lo inevitable, termino en el área de electrónica y computación; sin darme cuenta estoy ensimismado, completamente enajenado admirando los nuevos diseños, las innovaciones, y en general todo lo actual en laptops, pantallas, celulares y todo lo relacionado con tecnología.

Casi nunca compro nada, pero en ocasiones salgo viendo mi celular sintiendo que no estoy en sintonía con lo que actualmente está en boga; me da cierta sensación de atraso, y una parte de mi desearía tener uno de esos celulares novedosos. 

En ocasiones también puedo salir pensando en el diseño ultra delgado de las laptops, la definición de su pantalla, la cantidad de memoria y el procesador de algún modelo en particular; o bien, quedar recordando la última consola que jugué (un anticuado Play Station 2), para posteriormente compararla con lo modernas que son ahora.

Pero bueno, tal cual rana René, inmediatamente vuelvo a mi realidad y se me pasa.

No obstante, hay algo que he observado y es que una de las particularidades del fenómeno de lo novedoso es que no tiene fin, puedes adquirir alguno de esos aparatos y al poco tiempo ¡se anuncia lo nuevo!

Aunque lo anterior puede aplicar a la ropa, el calzado, los cortes de cabello, los autos, y muchas cosas más, lo cierto es que en la actualidad es complicado no caer en la vorágine que representa la constante actualización y modernidad en todos los aspectos.

Pocos aprecian el valor de lo antiguo o lo previamente existente.

Es conocido el incidente entre Coca-Cola y Pepsi, quienes siempre han estado en una batalla por los consumidores, pero en la década de los ochenta, la pelea se intensificó a tal grado que Coca-Cola experimentó con un nuevo sabor que resultó en una catástrofe: la New Coke. La nueva bebida llegó al mercado el 23 de abril de 1985, fecha que será recordada como el día en que Coca-Cola tomó el riesgo más grande en la historia de los bienes de consumo.

La New Coke no fue del agrado de los consumidores, los clientes pedían que regresara el sabor original, algunos consumidores protestaron a las afueras de la compañía en Atlanta durante mayo de ese año y crearon la fundación Real Thing y Old Cola Drinkers of America que presionaba para que se regresara a la versión clásica.

Sólo dos meses después, la compañía anunció el regreso de la “vieja” Coca-Cola bajo el nombre Coca-Cola classic, una noticia que apareció en la portada de los periódicos más importantes de Estados Unidos.

Aunque son pocos los casos en lo que lo clásico o tradicional se mantiene, en la actualidad existe una tendencia generalizada a ver y oír siempre algo nuevo, y además todo tiene que ser producido con una rapidez acorde a los tiempos actuales, la consigna pudiera ser: “siempre algo nuevo, lo más rápido posible”.

Actualmente, pareciera anticuado querer tener una familia a la “antigua” o educación a la “antigua”. Lo que antes era desaprobado, hoy día tiene organizaciones enteras a favor. Lo que antes era aprobado como bueno, hoy tiene legislaciones en contra (por citar un ejemplo: la lectura de la Biblia en las escuelas de los EE.UU.) 

¡Ay de los que a lo malo llaman bueno; y a lo bueno, malo! Consideran las tinieblas como luz, y la luz como tinieblas. Consideran lo amargo como dulce, y lo dulce como amargo (Isaías 5:20)

Las iglesias no han estado exentas de todo ese vaivén, han “modernizado” la medida bíblica por una medida más flexible y actual, después de todo el argumento implícito pareciera ser: “un libro de más de dos mil años no puede seguir vigente después de tanto tiempo”. Han olvidado que las Escrituras contienen las respuestas absolutas para un mundo relativo. El ser humano cambiará una y otra vez sus estándares, Dios nunca lo hará. 

Hablar del legado y enseñanzas de John Wyclife, Martín Lutero, Juan Calvino, John Knox, John Bunyan, Jonathan Edwards, John Wesley, Charles Spurgeon, George Whitefield, D. L. Moody, Charles Finney, William Carey, Hudson Taylor, David Livingstone, entre muchos más, no resulta popular.

Hoy pareciera que la “moda religiosa” consiste en tener algo nuevo que decir, y además algo que nadie más haya dicho. Hablar de ciertos temas pareciera anticuado, o bien, sólo se cumple con hablar de ellos, pero inmediatamente se enfocan a la nueva perspectiva, aunque ello implique diluir el verdadero mensaje o torcer la Escritura para acomodarla a “su visión”. Los líderes buscan el afecto y el aplauso de la gente, quieren la aprobación de la sociedad y nunca comprometerán su posición por el evangelio.

Antes se manipulaba a las multitudes amenazando con el infierno, hoy prometiendo bienestar, pero en ambos casos, seleccionando únicamente lo que acomoda a sus fines.

Como en cualquier ecuación, se necesitan de dos o más factores para que esto ocurra: 

“Porque llegará el día en que (1) LA GENTE NO QUERRÁ ESCUCHAR LA BUENA ENSEÑANZA. Al contrario, (2) QUERRÁ OÍR ENSEÑANZAS DIFERENTES. Por eso (3) BUSCARÁ MAESTROS QUE LE DIGAN LO QUE QUIERE OÍR.  La gente no escuchará la verdadera enseñanza, sino que prestará atención a toda clase de cuentos.” (2ª. Timoteo 4:3-4, traducción lenguaje actual [TLA])
La comezón por escuchar algo nuevo no es de ahora, en Atenas (considerada cuna de la civilización), durante los primeros años del cristianismo, el apóstol Pablo se encontró disputando con algunos filósofos de los epicúreos y de los estoicos y unos decían: ¿Qué querrá decir este palabrero? Y otros: Parece que es predicador de nuevos dioses; porque les predicaba el evangelio de Jesús, y de la resurrección; y tomándole, le trajeron al Areópago (Asamblea), diciendo: ¿Podremos saber qué es esta nueva enseñanza de que hablas? Pues traes a nuestros oídos cosas extrañas. Queremos, pues, saber qué quiere decir esto. Porque todos los atenienses y los extranjeros residentes allí, en ninguna otra cosa se interesaban sino en decir o en oír algo nuevo. (Hechos 17:18-21).

Las cosas no han cambiado mucho, el interés de nuestra sociedad moderna, se centra nuevamente en decir o en oír algo nuevo, por eso el mismo apóstol Pablo, advirtió:

Pero si aun nosotros, o un ángel del cielo, les anunciara otro evangelio contrario al que les hemos anunciado, sea anatema (maldito). Como hemos dicho antes, también repito ahora: Si alguien les anuncia un evangelio contrario al que recibieron, sea anatema. (Gálatas 1:8-9, Nueva Biblia Latinoamericana de Hoy).
La cosa no es menor, desde un principio se ha tratado de agregar o disminuir al evangelio, en uno y otro caso resulta lo mismo: un evangelio diferente.


La advertencia es contundente: ni siquiera un ángel puede anunciar un evangelio diferente, todo está escrito y lo que Dios revela a sus hijos mediante predicaciones, sueños, visiones, profecía, nunca va a ser algo nuevo, sino algo que ya está dicho, algo que además resulta ser completamente acorde a toda la Escritura. 

El apóstol Pablo mismo vislumbró un escenario en que, aún de entre de ellos mismos, pudiera surgir enseñanzas nuevas que desviarían de la verdad. Hoy, las seducciones y falsas doctrinas están barriendo con tantos creyentes faltos de discernimiento, aceptando como verdades bíblicas  textos fuera de contexto. Multitudes de creyentes están siendo engañados, acribillados, estafados y arrastrados por doctrinas extrañas.

En la práctica, las iglesias parecen haber perdido el amor y la confianza en la Palabra de Dios; cada vez más, tratan la Biblia como un bocadillo de inspiración política, de psicología práctica y de consejos de autoayuda (casi nadie aceptará abiertamente haber dejado de lado la inefabilidad de las Escrituras). Tarde o temprano, al alejarse del sendero antiguo encontrarán que han errado el camino y se encuentran en una posición diametralmente opuesta a las doctrinas fundamentales de la fe. 

Al respecto, Jonathan Edwards citó en el año 1750, una frase que refleja lo que ocurre siglo tras siglo: 
“La gente tiene un cristianismo defectuoso porque está buscando en él, sus propios intereses, no los de Dios. Por esto, aceptan el cristianismo solo hasta donde piensan que puede servirles para sus intereses”.

Los avivamientos históricos (relacionados con los nombres citados en uno de los párrafos anteriores), han tenido como característica el volver a las doctrinas y verdades de la iglesia primitiva que de una u otra forma se habían desechado, habiéndola suplido por tradición, religiosidad o alejándose por completo de ellas. Fueron personas que preguntaron por el sendero antiguo y caminaron por ella (Jeremías 6:16). No son sinónimo de perfección, ni de una doctrina pura, perfecta y totalmente acabada, pensar eso sería un error semejante, lo cierto es que todos buscaron volver a la luz de las Escrituras.

John Owen escribió en 1676: 

Cuando un importante principio de la verdad del evangelio es abandonado y renunciado; cuando la obediencia evangélica es persistentemente descuidada; cuando los hombres empiezan a creer cosas distintas a las que son enseñadas en el evangelio y no viven conforme a él, entonces tenemos un caso de apostasía parcial del evangelio.
Muchos hombres son aptos para agradarse y pensar bien de sí mismos. Las iglesias son felices mientras que sus ceremonias externas y el orden del culto sean mantenidos, especialmente si esto les trae algunas ventajas seculares. El juicio de los cristianos acerca de sus iglesias es a menudo muy distinto del juicio de Cristo.
La iglesia de Laodicea se consideraba como “rica, enriquecida y sin necesidad de ninguna cosa”. Pero Cristo declaró que ellos ignoraban la condición verdadera de la iglesia. Ante sus ojos ellos eran “desventurados, miserables, pobres, ciegos y desnudos”.
Este fue el juicio de aquel que es el “Amén y el testigo fiel y verdadero” (Apo.3:14-17).
Cristo pudiera bien decir de las iglesias de hoy, como Dios lo dijo de la iglesia bajo el Antiguo Testamento, “Y yo te planté de vid escogida, simiente verdadera toda ella: ¿cómo pues te me has tornado sarmientos de vid extraña?” (Jeremías 2:21). “¿Cómo te has tornado ramera, oh ciudad fiel? Llena estuvo de juicio, en ella habitó equidad; mas ahora, homicidas. Tu plata se ha tornado escorias, tu vino mezclado está con agua” (Isaías 1:21-22).
Así en muchas iglesias hoy en día, la plata del evangelio ha llegado a ser escoria, y el vino puro adulterado con tradiciones y razonamientos humanos. Los hombres se cansan muy pronto de las verdades evangélicas y están muy prestos a cambiarlas por sus propias ideas e invenciones: “Si alguna gente ha mudado sus dioses, bien que ellos no son dioses. Pero mi pueblo ha trocado su gloria por lo que no aprovecha”. (Jeremías 2:11). 
Históricamente se ha caído en la tentación de modernizar el mensaje de Cristo, descuidando el evangelio y su simplicidad. En vez de enseñar la verdad,  se han abrazado y enseñado muchas cosas perversas y contrarias al evangelio que ha sido encomendado. No se han tratado los grandes misterios evangélicos con reverencia y temor piadoso, sino indiscriminadamente se agregan tradiciones, quitando o poniendo más allá de los preceptos bíblicos. Por un lado sostienen algunos de los principios fundamentales del cristianismo, y por otro corrompen y rebajan la pura y santa doctrina de Jesús y sus apóstoles, a través de especulaciones ingeniosas, prejuicios filosóficos y pre suposiciones, junto con exposiciones alegóricas de invención humana y por ideas u opiniones contrarias a la palabra de Dios. 

En ocasiones resulta complicado pretender retomar las sendas antiguas, so pena de ser tildados de anticuados (en el mejor de los casos), pero las verdades del evangelio no están para negociarse.

Desde luego hay que cuidarse del extremo opuesto: la religiosidad (de la cual hablaremos en otro tema). 

Como cité en alguna ocasión: No debemos permitir que ni la mayoría, el confort, la aceptación o el sistema preestablecido, sean más importantes para nosotros que la verdad. Es necesario tener seriedad en los asuntos espirituales y quitar los ojos de las cosas pasajeras. 

Seremos cristianos que aman al prójimo y aún al enemigo, pero daremos a Dios, lo que es de Dios. No intentaremos adaptarnos a los tiempos, viviremos un cristianismo lleno de gozo y alegría que supera con creces a cualquier situación actual y pasajera.

Por último, debemos tener cuidado con aquellos que menosprecian el sendero antiguo, que menosprecian el legado de otros que han estado en el Camino, que señalan de evangelio histórico o muerto a lo que se hizo en días pasados, que menosprecian la palabra profética más segura y únicamente hablan a los oídos hambrientos de escuchar algo que se amolde a sus deseos, a los de siempre quieren algo nuevo hoy, aquí y ahora, buscando siempre nuevas revelaciones que dan pie a cientos de movimientos que tienen una “nueva y fresca”  revelación, cuando en realidad lo único que se necesita es volver a la palabra de Dios con el poder del Espíritu Santo, ¡porque el evangelio es poder de Dios!  El cielo y la tierra pasarán pero sus palabras no pasarán (Mateo 24:35). Jesús le dijo a sus discípulos: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, al cual el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todas las cosas que os he dicho.” (Juan 14:26). 

El Espíritu Santo nunca enseñará nada contrario al evangelio de Cristo: Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. (Juan 16:14). El apóstol Juan escribió: Hermanos, no os escribo mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo que habéis tenido desde el principio; este mandamiento antiguo es la palabra que habéis oído desde el principio. (1ª Juan 2:7) y el mandamiento nuevo dado por Jesús fue: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros.” (Juan 13:34) y cuando Juan exhorta con un nuevo mandamiento: “Sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo” (1ª de Juan 2:8) tiene que ver con el amarnos unos a otros: “El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas.” (1ª de Juan 2:9) e instruye algo que tiene relación directa con desear lo que el mundo ofrece en sus formas novedosas “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. (1ª Juan 2:15-17), así que no importa cuanto queramos justificar la adecuación del evangelio a la vanagloria de la vida, de intentar “inocentemente” hacerlo deseable a los ojos y de querer hacerlo agradable a nuestros sentidos; hay ciertas cosas que no dejan margen de maniobra, el evangelio no acepta ni adiciones ni supresiones. Seamos cristianos bíblicos, sin tradiciones ni especulaciones, presentando el mensaje de la cruz en todo su esplendor, sin filtrar nada del evangelio, ya que este no es actual... ES ETERNO.


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