jueves, 25 de febrero de 2016

Consintiendo la decadencia moral.


Últimamente he observado un fenómeno muy evidente en la sociedad contemporánea, salta a la vista el hecho innegable de que se han perdido valores y principios fundamentales que trajeron como consecuencia la desaparición de conceptos, situaciones y costumbres que antes eran impensables que sucedieran. 

Se han aceptado conductas que en otro tiempo hubieran sido rechazadas de inmediato, no solo desde la perspectiva religiosa, sino desde la perspectiva moral y social.

A alguien se le ocurrió "modernizar" la sociedad, dejando de lado principios eternos para acomodarlos a realidades temporales, con la única finalidad de dar gusto a los oídos que nunca se sacian de escuchar y a los ojos que nunca se sacian de ver.

¡Ay de los que llaman a lo malo bueno
y a lo bueno malo,
que tienen las tinieblas por luz
y la luz por tinieblas,
que tienen lo amargo por dulce
y lo dulce por amargo!
Isaías 5:20 (Nueva Versión Internacional NVI)

La gente piadosa ha sido eliminada del país,
¡ya no hay gente honrada en este mundo!
Todos tratan de matar a alguien,
y unos a otros se tienden redes.
Nadie les gana en cuanto a hacer lo malo;
funcionarios y jueces exigen soborno.
Los magnates no hacen más que pedir,
y todos complacen su codicia.
Miqueas 7:2-3 (NVI)

De cierta forma, el resultado de la decadencia moral que vive la sociedad hoy día, es resultado de haber abaratado el estándar moral, bajo el argumento de modernización o libertad de conciencia, cuyo único resultado es lo que vemos en la actualidad. 

Nos quejamos de muchas cosas, preguntamos qué se ha hecho mal, culpamos a las instituciones de gobierno, a nuestros antepasados, a los políticos, a la religión o a todo lo que se nos pueda ocurrir; pero la verdad es que, lo que tenemos hoy, es lo que como seres humanos hemos elegido: una vida haciendo lo que mejor nos parece según nuestro criterio, dando satisfacción a nuestros propios deseos, siendo ególatras, perdidos en la auto-satisfacción y el culto a la personalidad, pero sobre todo hemos decidido darle la espalda a Dios y a su Palabra.

Para muchos pudiera ser imposible que esa sea la causa, al menos en América, en la cual las Sagradas Escrituras se enseñan y se predican cada semana. Pero el resultado salta a la vista.

Para aquellos que asisten a las iglesias, el problema son los demás, los incrédulos, los que no siguen a Dios; pero la realidad social, resulta ser un indicativo de la "salud espiritual" de la iglesia local. Es imposible tener "paz" en una ciudad y continuar sin el impacto consecuente de la presencia de Dios, es imposible ser una ciudad, poblado o nación con alto número de cristianos y tener una sociedad podrida; o hay persecución, o hay una sociedad con bienestar a causa de los hijos de Dios; no hay punto intermedio, en el que la sociedad va con dirección al cataclismo y los creyentes encerrados en su burbuja religiosa.

En el libro de Génesis, vemos la historia de José, fue perseguido y encarcelado, para posteriormente influir y gobernar a favor de los egipcios, librando a toda una nación no temerosa de Dios de una situación desastrosa.

Así podemos mencionar a Daniel, que después que fue puesto en el foso de los leones, gracias a su testimonio y fidelidad, se emitió ordenanza real:
De parte mía es puesta esta ordenanza: Que en todo el dominio de mi reino todos teman y tiemblen ante la presencia del Dios de Daniel; porque él es el Dios viviente y permanece por todos los siglos, y su reino no será jamás destruido, y su dominio perdurará hasta el fin.
Daniel 6:26
En la carta que escribió el profeta Jeremías a los cautivos en Babilonia, los exhorta a procurar el bienestar de la ciudad adonde el Señor los había deportado, y pidieran al Señor por ella, porque el bienestar de ellos dependía del bienestar de la ciudad. Jeremías 29:7

Babilonia podría ser en mucho, semejante a nuestra sociedad actual. Dentro del argot cristiano, representa el pecado del mundo y el estilo de vida alejado de Dios, entre otras cosas. Pero al pueblo de Dios se le indica que deberá procurar el bienestar de la ciudad, no como resultado de una acción fortuita o producto del azar, sino como una acción positiva, activa, que no es a consecuencia de un evento inesperado, sino de la acción, presencia y oración del pueblo de Dios.

Infortunadamente, en muchas partes de América, hay iglesias locales que tienen la actitud de la iglesia de Laodicea:
Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; Apocalipsis 3:17a
Creen no tener necesidad de nada, que lo tienen todo, sin importarles la condición real, se guían únicamente por apariencias, mucho menos les importa la condición de la comunidad que les rodea, asumiendo que lo que ocurra afuera es no es problema de ellos; mientras no tengan persecución y cumplan con sus gestos de adoración (sin adorar en verdad), que la tierra gire y se despedace, porque sólo esperan la promesa de su Señor.
y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo.
Apocalipsis 3:17b
Pero el hecho de tener una sociedad destrozada desde sus entrañas, definitivamente es resultado de la inoperancia, religiosidad y falta de espiritualidad de las congregaciones, las cuales se conforman con ser tan solo oidores, y no hacedores de la Palabra.

Así como en la sociedad se han diluido principios, y se ha errado en el camino, al interior de la iglesia eso ha ocurrido siglo tras siglo. El mismo fenómeno se repite con el paso del tiempo, por eso siempre se hace necesario un avivamiento de parte de Dios, no un avivamiento emocional, lleno de apariencias y auto-satisfacciones religiosas, sino un avivamiento que conmueva desde las mismas entrañas a la iglesia, que la haga volver a las Escrituras, en la que se tiene convicción de pecado, donde se predique el evangelio como poder de Dios para salvación, produciendo el milagro más grande: el nuevo nacimiento.

En muchas partes se necesita abrir los ojos a nuestra realidad, de que no somos como decimos ser; que no somos ricos y que si tenemos necesidad, sólo entonces podremos ser luz en medio de las tinieblas y procuraremos activamente el bien de nuestra sociedad, porque en su bienestar encontramos el nuestro. 

Nos hemos conformado con presentar el evangelio como un medio para obtener la felicidad, la paz mental y la seguridad emocional. Resulta alarmante la cantidad de experiencias seudo-religiosas que producen mucha alegría carnal, que alimentan la carne y envanecen el corazón con amor propio.

Otra situación que ha evitado alcanzar a nuestra sociedad, es el cristianismo silencioso. Esta silenciosa religión que se disculpa diciendo: «No tengo nada que decir», «Bueno, sólo Dios conoce mi corazón, no necesito demostrar nada»  «No quiero incomodar a nadie». Me pregunto si simplemente no estás excusando el hecho de que, en tu interior no haya algo para compartir de la misma forma que de gracia recibisteis.

Una realidad que se suma a las anteriores, y que de igual forma ha limitado afectar positivamente a la colectividad que nos rodea, es que en nuestros días, todo en las iglesias parece ser comercializado, hay una apariencia de que las maravillas y los milagros que pertenecen a organizaciones y corporaciones.

El cristianismo continuará apartándose más y más de la posición enseñada en el Nuevo Testamento, a menos que sus líderes dejen de ser las estrellas religiosas modernas, para convertirse en los modestos santos que no desean alabanza y no buscan una posición, sino que se sienten felices cuando toda la gloria se atribuye a Dios y ellos son olvidados.

Y una forma evidente de que la iglesia se ha apartado de lo que enseña el Nuevo Testamento, es que generalmente, se presenta a Cristo como alguien maravilloso, pero que no es demasiado capaz de discernir lo profundo de nuestro corazón; como alguien que se deleita en ayudarnos a lograr nuestras metas, y que luego nos hace el favor de abstenerse de hacer preguntas molestas en cuanto a las cualidades morales y espirituales de esas metas. Un Cristo adecuado a nuestras expectativas. 

En la iglesia, es tan grande la brecha que separa la teoría de la práctica, que algún extraño curioso que eche un vistazo a ambas, no podría soñar que existe alguna relación entre ellas.

La iglesia promedio, sencillamente, no se anima a cotejar sus prácticas con los preceptos bíblicos.

Los cristianos hemos caído en el hábito de aceptar a los más ruidosos y a los más destacados entre ellos como los mejores y los más grandes. Ellos también han aprendido a igualar la popularidad con la excelencia. En abierto desafío al Sermón del monte, los cristianos han dado su aprobación a quienes hacen sentir sus derechos en lugar de los mansos; a los seguros de sí mismos, en lugar de a los que lloran; a los cazadores de publicidad que buscan estar en los titulares, en lugar de los puros de corazón que ven a Dios.

Debemos esforzarnos porque nuestras creencias y prácticas sean neo-testamentarias en su contenido. Debemos enseñar y creer las verdades del Nuevo Testamento sin que se infiltren cosas del exterior.

Podemos continuar enumerando muchos errores que nos han hecho responsables de lo que hoy vivimos como sociedad, por no asumir la responsabilidad a lo que hemos sido llamados; pero definitivamente todo es consecuencia de haber diluido la esencia del Evangelio de Cristo al interior de las iglesias y en el peor de los casos, haberse apartado del Evangelio hasta tal punto de predicar otro evangelio. Debemos erradicar la noción de que así como los tiempos cambian, la iglesia debe cambiar con ellos o que los cristianos deben adaptar sus métodos de acuerdo a las demandas de las personas. Los principios de Dios son eternos, desviarnos de ellos, comprometer su mensaje, tendrá consecuencias en la comunidad en la que nos desenvolvemos.

Existe una noción generalizada según la cual el cristianismo está en sus últimos suspiros, demasiado débil o casi muerto. En la mente de muchos que no comprenden el cristianismo, la principal prueba de su muerte es el hecho de que cuando el mundo más lo necesitaba, no ha provisto un liderazgo.

Alguien dijo que "el despertar espiritual no es ya una opción, sino una necesidad por las condiciones del mundo y de la humanidad hoy día". Estoy convencido que cuando el pecado hace patente su oscuridad ante el mundo, es cuando la luz de Cristo debe brillar con más intensidad.

Aquellos que se han adelantado a enterrar la fe de nuestros padres, han hecho la cuenta sin tomar en cuenta la naturaleza de la Iglesia. De la misma manera en que una vez enterraron a Cristo con la plena certeza de que se habían librado de él, así su iglesia ha sido puesta a descansar un sinnúmero de veces, muchas veces por el descuido y negligencia de quienes profesan el cristianismo. Pero de la misma manera en que Jesús desconcertó a sus enemigos levantándose de la muerte, así la iglesia ha confundido a los suyos resurgiendo nuevamente, vez tras vez, a una vida vigorosa, a pesar de que le habían rendido todas las exequias sobre su ataúd y habían derramado las lágrimas de cocodrilo sobre su tumba. Un resurgimiento que no es mérito propio, sino por la gracia y la misericordia de Dios, a través del poder del Espíritu Santo.

Todo aquel que quiera ser discípulo de Cristo, debe ser fiel a la verdad, por tanto,  debe vivir una vida consecuente a lo que dice creer y confesar; es necesario reflejar a Cristo en nuestras vidas, algo menor que eso, solo refleja intentos humanos por dar evidencia de algo que no tenemos, y si no tenemos a Cristo, inevitablemente nos conformaremos con lo que acalla nuestras conciencias pero sin ser un "agente" de bendición para la sociedad, si tan sólo diez justos hubieren sido hallados en dentro de la ciudad de Sodoma, la ciudad hubiera sido perdonada por amor a ellos (Génesis 18:16-33). Si nuestra tierra hoy sufre tan evidentes muestras de padecimiento y destrucción, no solo es por causa de los impíos, hace falta Danieles que por su causa el reino sea prosperado, pero primero es necesario decidir apartarse y no contaminarse de la comida del Rey, para consagrarse a la vida en Cristo, sin importar que el foso de los leones se encuentre de por medio.

Si mi pueblo, que lleva mi nombre, se humilla y ora, y me busca y abandona su mala conducta, yo lo escucharé desde el cielo, perdonaré su pecado y restauraré su tierra.
2a de Crónicas 7:14



lunes, 15 de febrero de 2016

Una noche para reflexionar.


El fin de semana tuve la oportunidad de asistir a un evento cristiano, de esos que son muy populares en nuestros días, donde a consecuencia de lo reconocido de quien estará presente, se tiene una convocatoria numerosa; logrando además que los "estandartes" de muchas "tribus" cristianas se reúnan, aunque sea por una noche; por un momento y nada más.

En donde vivo es común encontrar un templo cristiano, o lugar destinado para celebrar reuniones, cada 5 cuadras; parecen de esas tiendas de autoservicio que encuentras por todos lados.  Y es que desde aquellas fachadas que evidentemente te hacen notar que se trata de un templo, hasta pequeñas puertas y garages improvisados, los creyentes han sitiado esta ciudad.

Este es un fenómeno, que al menos en varias ciudades del estado de Chiapas se repite.

Desde una perspectiva superficial parecería algo positivo, una ciudad con demasiadas personas que profesan el cristianismo, desde luego que debería ser motivo de alegría.

El "pero" al asunto, es que muchas veces el cristianismo ha encontrado la forma de seguir su curso sin Cristo.

Cómo ya he dicho en ocasiones anteriores, logran tener un crecimiento de adeptos en base a un sistema eficiente de crecimiento, el cual si deja de funcionar, tiene que ser re-evaluado. Se entonan canciones con letras cristianas, generando un ambiente adecuado (eligiendo el ritmo apropiado), se tiene una conferencia motivacional-emocional con su respectivo maquillaje bíblico, y agregan lo que se considere necesario para tener un culto "espiritual"; pero la única forma de tener un culto espiritual, es que las personas ahí reunidas sean personas espirituales que adoran en espíritu y en verdad.

Sin embargo, no existe evidencia de una vida espiritual.

Europa fue transformada bajo el despertar de una vida espiritual: Suiza con Calvino, Spurgeon y Wesley en Inglaterra, la influencia de Lutero en Alemania, Robert Evans en Gales; en América se tuvieron evidencias de un cristianismo genuino con Whitifield, Jonathan Edwards y Charles Finney; pequeñas comunidades fueron transformadas por misioneros y evangelistas poco conocidos, tribus enteras que abandonan el canibalismo, ciudades en las que las prisiones cierran, los bares quiebran, la sociedad es transformada a causa del poder del evangelio.

¿Suena demasiado? Entonces el evangelio en que creo es una locura total. En la vida de aquellos en la que hay evidencia de un nuevo nacimiento definitivamente tienden a trastornar el mundo con el poder de Dios (Hechos 17:6). Desde luego que es con el mensaje de salvación, siendo testigos de Cristo; pero cuando se ha nacido en Él, la evidencia es innegable, impactando a nuestro alrededor hasta llegar a alcanzar naciones enteras y cambiando estándares de vida; como uno de tantos ejemplos, basta recordar que muchos abolicionistas de la esclavitud, eran personas que profesaban la religión cristiana.

El gobierno pregona en sus medios oficiales que hay finanzas sanas, que la ciudad es una de las más seguras de México y tantas cosas más que deberían hacerme pensar que vivo en el paraíso. Pero la realidad es otra, diversos grupos que se manifiestan ante el incumplimiento de pagos, reducción de presupuestos, ciudadanía inconforme, robos, homicidios, secuestros, y un sentido generalizado de injusticia e inseguridad.

Acá los cristianos hacen eventos masivos, se reciben palabras proféticas que desde Chiapas saldrá uno de los mayores avivamientos, los templos se llenan, se hacen obras de caridad, se tienen excelentes grupos de alabanza, se hacen actividades para tomar la ciudad para Cristo, se ora desde los lugares altos, dicen que el estado es uno de los estados con más cristianos del país, pero dada las condiciones del estado, pareciera que el evangelio verdadero no ha sido predicado, la manifestación de personas nacidas de nuevo, son muy escasas.

Quiero aclarar que sí creo que de Chiapas puede surgir un gran avivamiento; pero de la misma manera en que puede surgir de cualquier parte del mundo, en todo lugar que Cristo sea real en la vida de los creyentes, dondequiera que el Espíritu Santo sea quien nos dirija, entonces existirá un avivamiento de dimensiones inimaginables. Un avivamiento que generará convicción de pecado, la necesidad de Cristo en las vidas de las personas, haciéndose real el milagro más grande: el nuevo nacimiento.

El gran problema de todo esto, es que la gran mayoría de las congregaciones, no tienen comunión entre sí, no conocen a sus "hermanos" que están a la vuelta de la esquina. Demuestran que su bien mayor definitivamente no se encuentra en la unidad, no pueden beneficiarse de la diversidad del cuerpo, no pueden ser edificados mutuamente, entienden esa parte de la escritura a manera parcial y conveniente, solamente con aquellos con los que se sienten cómodos o identificados, o bien con cuyas diferencias no sean tan evidentes. Aún cuando en lo fundamental coincidieran en todo, por las formas, terminan excluyéndose unos a otros. La percepción de cuerpo es realmente limitada a sólo las personas que se reúnen bajo un mismo techo, o bien, solo con los sectores que son aprobados según nuestra opinión personal.

Con lo anterior, definitivamente la evidencia que se da es de ausencia de amor, y la escritura dice que:
Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?
Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano.
1a de Juan 4:20-21
Quizá alguien podría decir, yo no aborrezco a mi hermano, pero entonces ¿das evidencia de amarlo?

Precisamente el día del concierto, vi como se hacía acepción de personas, menospreciando a aquellos que por su apariencia no cumplían el estándar externo. Vi como miles de personas estaban juntas pero sin unidad, cada uno centrado en su mundo y en su "estilo" de cristianismo.

Creo que en muchas ocasiones se ha perdido de vista un punto fundamental en el cuerpo de Cristo, la unidad y el amor entre aquellos que tenemos un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos. No sirve de nada ganar el mundo entero, entender misterios y tener sabiduría, tener fe para trasladar montes, llenar una ciudad de iglesias, tener la mejor estadística de personas que profesan la fe cristiana o cualquier otra cosa rimbombante, si no hay amor.

En la epístola a los Efesios, en su capítulo 4:1-16 podemos encontrar que el crecimiento saludable y correcto de la iglesia viene como consecuencia de la unidad en amor, siendo dignos de la vocación que profesamos, siempre consecuentes con el llamamiento del Señor.

Si salta o no, si guarda el sábado o no, si usan velo o no, eso es secundario, si viven siendo dignos de la vocación con que han sido llamados en la fe en  Cristo Jesús, son mis hermanos; son parte de la Iglesia de Cristo, y todos bien concertados y unidos entre sí se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibiendo su crecimiento para ir edificándose en amor.

John Wesley dijo: Dame un humilde, pacífico, amante de Dios y del hombre, un hombre lleno de misericordia y buenos frutos; sin parcialidad ni hipocresía. Que mi alma esté con tales cristianos donde quiera que estén y cualquiera sea su opinión. Quien hace la voluntad de mi Padre, ese es mi hermano.

A veces no será fácil, en ocasiones debemos soportar con paciencia al hermano "incómodo", aquel que está en crecimiento, y este a nosotros, porque puede que quizá nosotros seamos el hermano "incómodo"; después de todo muchas veces es más fácil ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el ojo propio.

En medio de la unidad se manifestará el carácter de Cristo, ya que necesariamente tendrá que haber humildad y mansedumbre, estando prontos a guardar la unidad en el Espíritu. No unidad en formas, no unidad en eventos masivos, no unidad condicional; sino unidad en la diversidad del cuerpo mediante el Espíritu en el vínculo de la paz,  siguiendo la verdad en amor, creciendo en todo en aquel que es la cabeza: Cristo Jesús; entendiendo que cada miembro tiene una actividad propia y diferente.

No puede haber un crecimiento correcto sin la unidad con las otras partes del cuerpo, serán intentos aislados y resultados parciales, pero sobre todo, jamás se podrá dar evidencia de ser discípulos de Jesús, Él dijo: En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros. Juan 13:35.

Es un hecho que en la cristiandad actual no existe unidad. Los cristianos están separados en innumerables confesiones y denominaciones. Alguien podría quizás decir que la unidad es invisible; que Jesús habló solamente de una "unidad espiritual" y que por tanto, esta unidad no se puede ver. Pero Jesús dice que la unidad de los cristianos sirve (entre otras cosas) "para que el mundo conozca que tú me enviaste" (Juan 17:23). Si el mundo debe "conocer" algo, necesariamente tiene que poder ver algo. Una unidad cristiana que no es visible para el mundo, no es unidad verdadera.

Desde luego que la unidad verdadera va más allá del denominacionalismo o confesionalismo, ya que ello sólo busca la unidad en un acuerdo forzado con la propia tradición eclesiástica. Cuando Pablo dice que "sintamos todos lo mismo", los denominacionalistas lo entienden así: "Todos tienen que estar de acuerdo con nuestra tradición especial, con nuestra forma de adorar a Dios y con nuestra interpretación de la Biblia." Ellos ven las impurezas en los otros "sistemas", pero no se dan cuenta de los puntos oscuros que están en su propio "sistema". En algunas ocasiones también niegan que pueda haber algo bueno en los "sistemas" diferentes, limitando con ello ser edificados de manera mutua y olvidando que todo es perfectible hasta que Jesucristo vuelva, que nos encontramos en constante crecimiento y el crecimiento correcto se da cuando cada una de las partes están en unidad en Cristo, que es la cabeza de todo.

Una forma particular del denominacionalismo, es aquella que busca unidad en la sumisión de todos bajo una jerarquía de líderes, y en la enseñanza de que su sistema representa a la única iglesia verdadera (romana u ortodoxa). Dentro de los denominacionalistas evangélicos, casi nadie asume ser la única iglesia verdadera; pero en la práctica a menudo se comportan como si lo fueran. Que para efectos prácticos, resulta lo mismo.

Esta manera de buscar unidad, ignora  el centro de la fe cristiana, la persona de Jesucristo. En su lugar, pone en el centro a un líder, una tradición, o un sistema doctrinal en particular.

Lo contrario al denominacionalismo, y otra forma errada de buscar unidad es a través del ecumenismo, que intenta juntar todos estos "sistemas" con todo lo que está dentro, sin tocar nada. Bajo el concepto de tolerancia se acepta lo bueno y lo malo, sin que dé lugar a una mutua edificación; lo importante para ellos, es el respeto mutuo entre sistemas, ignorando el centro de todo: la cruz y la persona de Jesucristo, que da como resultado un nuevo nacimiento, que se hace evidente a través de los frutos.

En la actualidad, el movimiento ecuménico se ha abierto también hacia las otras religiones (musulmanes, hinduístas, etc.).

El ecumenismo y el denominacionalismo, se contradicen en cuanto al camino correcto hacia la unidad. Pero están de acuerdo en este punto: los "sistemas" denominacionales son sagrados y no se pueden cuestionar. Es suficiente que cada uno se quede dentro de su "sistema", y que cada miembro de iglesia se considere cristiano, haya nacido de nuevo o no. Con abrazar una creencia resulta suficiente para ellos.

Es por eso, que ninguna de estas corrientes logra una verdadera unidad. Jesús oró por una unidad en Él mismo. No en una organización humana, ni en un acuerdo entre muchas organizaciones.
„Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad...“ (Juan 17,23).

Antes de orar por unidad, Jesús oró por santificación:

"No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como yo tampoco soy del mundo. Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad. ... Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad." (Juan 17:15-17.19)

En la oración de Jesús, la unidad se basa en la santificación. Para tener unidad cristiana, es necesario primeramente ponerse radicalmente del lado de Dios. Solamente así puede haber unidad entre todos los que son del mismo lado, del lado de Dios, personas que no son tan sólo oidores, personas que hacen la voluntad del Padre, creyentes que aman al Señor con todo su corazón, y con toda su alma, y con toda su mente y a su prójimo como a sí mismos.

Muchos grupos cristianos tienen criterios equivocados de unidad y de separación: Se juntan con los que son de la misma denominación, de la misma organización, de la misma doctrina o de la misma tradición. Se separan de los que no se unen a su organización o a su movimiento ecuménico. Así hacen "unidad" con muchos no nacidos de nuevo que tienen solamente el nombre de cristianos; y al mismo tiempo se separan de muchos verdaderos cristianos. Buscan la unidad a un nivel solamente humano, y así se pierden la verdadera unidad en Cristo.

En otras palabras: mientras intentamos acercarnos "unos a otros", o jalar a otros "más cerca de nosotros", no resultará ninguna unidad. Pero si nos acercásemos primero al Señor Jesús, entonces encontraríamos que también nos acercaríamos unos a otros.

En los intentos humanos de crear unidad, a menudo experimentamos lo siguiente: Empezamos a acercarnos a un segmento particular de la "cristiandad", pero al hacer esto, nos alejamos de otros segmentos. Tan pronto como ganamos amigos de una cierta corriente, nos ganamos enemigos desde otra corriente.

Por ejemplo, cuando un grupo de cristianos "no pentecostales" empieza a entrar en mayor unidad con iglesias "pentecostales", enseguida se ganan la enemistad de aquellos que critican el pentecostalismo. O cuando un grupo de jóvenes cristianos empieza a organizar eventos para todos los jóvenes cristianos de cualquier denominación, enseguida se ganan la enemistad de los pastores denominacionales quienes los acusan de "robar sus ovejas".

La única solución es movernos hacia el Señor Jesús, directamente hacia el centro de todo, a la fuente de unidad y santificación. Si hacemos esto, nos alejamos de algunos de nuestros compañeros que se quedan en la línea de la comodidad, en la seguridad del denominacionalismo, o en la amplia tolerancia del ecumenismo.

Probablemente experimentaremos soledad. Pero con el tiempo encontraremos a otros hermanos que vienen desde otros lados y se dirigen hacia el mismo centro. Cuanto más nos acercamos al Señor Jesús, más cerca estaremos también de estos otros hermanos.

Pero todavía hay un problema. ¡La mayoría de nosotros todavía estamos dentro de nuestros "sistemas"! ¿Hasta dónde nos permitirán estos "sistemas" acercarnos a Jesús?

Lo ideal sería, por supuesto, que el "sistema" entero volvería al centro, hacia Jesús. Esta fue la meta original de la Reforma y de otros movimientos de renovación y avivamiento. No obstante, en la historia de la iglesia vemos que esto es prácticamente imposible.

Casi todos los movimientos de reforma y avivamiento espiritual fueran rechazados, y hasta perseguidos, por los propios "sistemas" de donde se originaron. A menudo, los mismos líderes de las iglesias prohibieron a sus miembros seguir a un movimiento de avivamiento.

Por eso, en la historia sucedía normalmente lo siguiente: Algunos creyentes fueron "avivados" y comenzaron a acercarse a Jesús. Pero su "sistema", su iglesia, se quedó como estaba y no se acercó a Jesús. Por eso crecieron las tensiones entre los cristianos avivados y sus iglesias respectivas. Con el tiempo, la distancia se hizo tan grande que los cristianos avivados se vieron obligados a separarse de sus "sistemas" (sea porque ellos mismos decidieron abandonarlo, o sea porque fueron expulsados).
En cambio, estando cerca de Jesús, ellos encontraron comunión y unidad con otros cristianos avivados (a menudo desde trasfondos de denominaciones diferentes).

Esta unidad era más intensiva en los comienzos del avivamiento, mientras la comunión con Jesús era lo más importante y la organización importaba poco. Pero con el tiempo, el avivamiento se enfrió, y entonces se puso más énfasis en "organizar" esta nueva comunidad que había surgido. Se empezó a formar un nuevo "sistema". Pero al mismo tiempo, este nuevo "sistema" comenzó a alejarse del centro.

Pablo advirtió a los corintios que no se identificasen con "denominaciones" humanas:
"...que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo. ¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo?" (1 Cor.1:12-13)
"¿Qué, pues, es Pablo, y qué es Apolos? Servidores por medio de los cuales habéis creído; y eso según lo que a cada uno concedió el Señor. ... Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo." (1 Cor.3:5.11)

En otras palabras dice Pablo: "Yo no reclamo ningún derecho de propiedad sobre vosotros. No soy yo quien dio su vida por ustedes; fue Cristo quien hizo eso. Él y nadie más es vuestro fundamento y vuestro dueño. Entonces no se hagan seguidores de líderes o denominaciones."

Se podrían mencionar diversos ejemplos históricos de como surgió la unidad de los cristianos en tiempos de avivamiento, y cómo más tarde el avivamiento enfriado se convirtió en una nueva denominación.

Hoy día, es muy marcada la diferencia y falta de unidad a causa de los "sistemas", hace falta volver la mirada a Aquél que es la fuente de la unidad, necesitamos crecer edificándonos mutuamente, el mundo requiere urgentemente la manifestación de los hijos de Dios, es innegable la necesidad de un avivamiento espiritual. No necesitamos más templos, necesitamos ser verdaderos discípulos que sigan la verdad en amor, se hace necesario dar evidencia de Cristo en nuestras vidas, y no solo de Cristo en nuestro vocabulario o en nuestras mentes, como simple forma de pensamiento; o peor aún, tener templos llenos de gente que dicen "Señor, Señor", pero que no hacen la voluntad del Padre; templos en los que al igual que la iglesia de Laodicea digan : Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; sin saber que son desventurados, miserables, pobres, ciegos y desnudos. (Apocalipsis 3:17).

Seamos dignos de la vocación, vivamos de una manera digna del llamamiento que hemos recibido, siempre humildes y amables, pacientes, tolerantes unos con otros en amor. Nos esforcemos por mantener la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz, para que de este modo, todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a una humanidad perfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo, para que al vivir la verdad con amor, crezcamos hasta ser en todo como aquel que es la cabeza: Cristo; ya que es por su acción que todo el cuerpo crece y se edifica en amor, según la actividad propia de cada miembro.

Fraternalmente, en Cristo.





jueves, 4 de febrero de 2016

Cuando el corazón duele.


El día de hoy debo confesar que no tengo el ánimo de siempre al escribir estas líneas, es más, ni siquiera haré alusión al tema que había pensado para esta semana y seré bastante breve.

Mi esposa y yo hemos tenido una prueba difícil y dolorosa,  teníamos una cita con nuestro bebé para el mes de septiembre, pero Dios decidió que las cosas fueran distintas.

En medio de todo ello nos aferramos a las promesas de Dios; no entendemos el por qué de esta situación, lo que sí sabemos es que la voluntad de Dios es buena, agradable y perfecta. Y aunque ahora no vemos claramente el propósito, sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.

Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios (2a. Corintios 1:3-4).

La única certeza que tenemos ahora es que Dios está con nosotros.

Esperabamos una respuesta diferente, pero Dios es. 

Aunque la higuera no florezca,
Ni en las vides haya frutos,
Aunque falte el producto del olivo,
Y los labrados no den mantenimiento,
Y las ovejas sean quitadas de la majada,
Y no haya vacas en los corrales;
 Con todo, yo me alegraré en Jehová,
Y me gozaré en el Dios de mi salvación.

Habacuc 3:17-18 

Confiamos en el Señor, por quien es y no por lo que podemos recibir, conocemos que tenemos un Dios que puede librarnos del horno de fuego, pero si así no fuera no dejaremos de adorarle, que puede hacer que pase de nosotros esta copa, pero sobre todas las cosas deseamos que se cumpla su voluntad, sus propósitos eternos.

No dependemos de las circunstancias, dependemos de la verdad eterna revelada en su Palabra. Mis emociones, mis pensamientos pueden cambiar, pero en Él no hay sobra de variación alguna y entre muchas cosas Él nos dice: Otra vez abriré camino en el desierto, y ríos en la soledad.

En medio de todo estamos siendo enseñados, hemos visto el cariño de amigos y la familia, y sobre todo sentimos el amor de Dios.

Creo que cuando duele el corazón, debemos sentirnos afortunados porque somos capaces de sentir. De sentir lo que duele, pero también lo que consuela, somos sensibles a las necesidades de los demás y ver desde una perspectiva completamente distinta.

Cuando el corazón duele, puedes entender que la cuestión del aborto no es cuestión de moral y derechos, o  una discusión de definición de vida o la ausencia de ella, entiendes que por la dureza del corazón intentamos racionalizar una conducta que lo único que demuestra es la falta de amor.

Un corazón que no puede sentir dolor, se deleita en el sufrimiento de un ser vivo, llamando arte y gallardía al hecho de matar a un animal para satisfacer los deseos pervertidos del corazón, siendo este acto un sustituto de los cristianos en los coliseos romanos, en donde dicho sea de paso no había un corazón que se compadeciera y se doliera por los mártires.

Un corazón insensible, acepta como consecuencia lógica el ojo por ojo y diente por diente.

Un corazón que no se duele, de lo único que da evidencia es de su necesidad de sentir; jamás podrá saber lo que significa dar la vida por amor. No comprenderá que Jesucristo, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, y por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo, haciéndose semejante a los seres humanos. Y al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz!

Pero lo mejor de cuando el corazón duele, es que podemos encontrar algo más grande y sublime: El amor de Dios.