martes, 12 de enero de 2016

El Cristianómetro.

Los seres humanos tenemos la tendencia de intentar medir todo lo que se pueda medir, y aventurándome un poco, podría decir que la tendencia va hasta a lo que no se puede medir. Queremos conocer la altura, el éxito, la cantidad, el impacto, la utilidad, la profundidad, la extensión, el peso, la masa, la humedad, la inteligencia, el tamaño, la densidad, la grasa corporal, la temperatura, y un sin número de cosas más. Para ello se inventaron escalas de valores, medidas, grados, test, pruebas, exámenes, etc.
Así las cosas, tenemos test para conocer nuestra velocidad de lectura; la prueba para conocer tu nivel de conocimiento o habilidad en cierta área, ciencia, arte u oficio; la prueba del Coeficiente Intelectual o IQ test; se pretende determinar hasta el nivel de confianza de una persona, en base a un examen conocido entre las corporaciones de seguridad y otras dependencias gubernamentales como examen de control de confianza; etc.
Existen también instrumentos o aparatos como el sismógrafo, el polígrafo (conocido como detector de mentiras o máquina de la verdad), el barómetro, el termómetro, el manómetro, el pluviómetro, el cronómetro y muchos "nonometros" más...
Entonces la intención de medir, es tener conocimiento de todo aquello que puede cuantificarse de una manera fiable y válida; para tal fin se utiliza un proceso que consiste en comparar un patrón seleccionado con el objeto o fenómeno cuya magnitud se desea medir.
A manera de ejemplo: cuando se compra un kilogramo de azúcar, se tiene la certeza que se paga "x" suma de dinero por "x" cantidad de producto, esta confianza deriva de que el peso se puede cuantificar de una manera confiable y válida, utilizando un instrumento adecuado que tiene el patrón seleccionado: si el patrón es en gramos, deben ser 1000 gramos, si el patrón es en kilogramos debe ser igual a 1.
En esa vorágine de medición, las organizaciones religiosas también tienen sus propios sistemas o métodos: se miden por el número de feligreses (creyentes), por la majestuosidad o modernidad de sus edificios, por la cantidad de países en los que tiene adeptos, por la cantidad de seguidores  en redes sociales, el número de programas sociales o de beneficencia, el número de bautizados en el año, por sus finanzas, por la prosperidad económica de sus miembros, por la dimensión de su organización religiosa, etc.

Pero antes de continuar sería bueno preguntarnos ¿Qué estamos midiendo? ¿Qué pretendemos alcanzar? ¿Cuál es la finalidad de las iglesias? (entendidas como las personas que se congregan).

Un gimnasio puede tener las mejores instalaciones, la mayor cartera de socios, los aparatos más modernos, un área de nutrición especializada, socios de buena posición económica, etc, pero si no está siendo frecuentada por los socios de tal forma que provoque una buena condición física (no digamos generando Hulk´s), no estará cumpliendo su objetivo. Desde luego el dueño del establecimiento, seguirá manteniendo abierto el local al público, inmensamente feliz con los resultados, la gente se entretiene y socializa, está conforme con el servicio, pagan puntualmente y le resulta redituable, hasta piensa en ampliar las instalaciones y tiene una visión para reproducir el formato en otras ciudades, sin importarle en lo mínimo si sus socios tienen una buena condición física o no.

Espero la analogía anterior pueda ser medianamente adecuada; si una iglesia se mide por sus edificios, sus números o cualquier otra cosa natural, definitivamente se ha errado el camino. Lo único y verdaderamente importante es la vida espiritual de las personas, que sean personas nacidas de nuevo (Jn 3:3), la finalidad del culto, como ya se mencionó en un artículo anterior, es única y exclusivamente Dios, Él busca adoradores: Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque ciertamente a los tales el Padre busca que le adoren. Jn. 4:23

¿Es malo entonces tener una iglesia numerosa? ¿Es una mala práctica tener edificios grandes? ¿Es incorrecto tener una organización establecida?

La respuesta es NO, no es malo ni incorrecto. Pero ni una de esas cosas es parámetro para conocer el estado de la iglesia hoy día. Desafortunadamente, eso es precisamente lo que se ha usado para suplir una verdadera vida cristiana.

Se suple una vida de oración por una vida religiosa.
Se suple cuidar el templo del E.S. por edificar y mejorar un edificio moderno.
Se suple un culto espiritual por uno que únicamente llene los sentidos y las emociones.

Al medir el "exito" o "eficacia" de la iglesia nos hemos desviado, iglesias no numerosas piensan que algo están haciendo mal, iglesias multitudinarias que piensan que van en el camino correcto y organizaciones mundiales que piensan que su estructura sólida da validez a su religión. 
Existe una anécdota que, independientemente de que haya ocurrido o no, contiene la esencia de la verdad. Cuando Francisco de Asís (1181 - 1226) estaba intentando conseguir la aprobación del Papa Inocencio III (1198 - 1216) para su apostolado de pobreza, se dice que tuvo lugar la siguiente escena:
Después de mostrarle a Francisco las riquezas amasadas por la Iglesia, el Papa Inocencio III le dijo: "Ya ves, la Iglesia ya no puede decir más: 'No tengo plata ni oro'"
A lo que Francisco replicó: "Cierto, y la Iglesia tampoco puede decir ya más: 'En el nombre de Jesucristo el Nazareno, levántate y anda;'" (Hechos 3:6).
Nunca antes la iglesia había logrado tanta influencia y poder sobre el mundo, fueron los más grandes tiempos para la iglesia como organización. No sólo sucedía que los cristianos ya no eran odiados, cazados, crucificados, echados a los leones, hervidos en aceite, o lo que fuera que los gobernantes Romanos pudieran haber maquinado cuando el cristianismo se encontraba en sus inicios, sino que además la iglesia se había convertido en un poder mundial.

Hoy día en muchas iglesias cristianas, se están convirtiendo en poderosas organizaciones, con mucho hacer: reuniones de crecimiento programado, cruzadas evangelísticas gigantescas, aviones privados para conquistar las naciones, adquisición de bienes inmuebles, seguimiento de raiting de audiencia de los programas televisivos, cruceros por las Bahamas con los más reconocidos líderes del momento, estableciendo bonos de participación, o decidiendo ser socio con beneficios exclusivos.

No es necesario ser vidente para saber a donde llevará todo ello, tarde que temprano se extraviarán en el camino, si no es que ya ha sucedido, perdiendo el sentido y la naturaleza de la presencia de Dios, perdiendo su relación con Él, quedando una organización vacía de su Espíritu. Debemos estar siempre alertas de no desviarnos en los medios, ni en resultados aparentes, que estos no acaparen la atención ni nos desvíen del propósito. Después de todo quienes estarán sorprendidos en aquel día no serán los incrédulos, sino los que creyendo estar respaldados y haciendo lo correcto nunca lo hicieron: 

"No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?
Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad."
(Mt. 7:21-23)

Los religiosos judíos se jactaban de tener el templo de Jerusalén, de ser hijos de Abraham, de tener la ley de Moisés, de tener a los profetas, de sus tradiciones, etc; pero lo importante no son las credenciales, ni los monumentos, ni la historia, sino hacer la voluntad del Padre. 

No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al 
mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, 
los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene
del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. (1a. de Juan 2:15-17)

Descartemos darle importancia a cosas no son el parámetro o estándar para "medir" a una genuina iglesia cristiana. En el principio no se tenía nada de eso, por tanto con ello o sin ello, la iglesia sigue siendo la misma. Quien tenga una hypermegamacro iglesia, como quien no la tenga, se medirán a la plomada del Señor (Amós 7:7) y cada uno será pesado en balanza, y será hallado falto o aprobado (Dn. 5:27)

¿Entonces cual es el parámetro? 

Personas nacidas de nuevo, que hacen la voluntad del Padre, que muestran a Cristo en su vida diaria; Jesús sabía que era necesario conocer un estándar para distinguir lo falso de lo verdadero: ¡Por sus frutos los conoceréis! (Mt. 7:20)

Además de que resulta saludable, es necesario; después de todo si el niño tiene 12 años y pesa lo de un niño de 6 años algo no está bien y merece atención. Si alguien dice ir al gimnasio desde hace 5 años de manera constante, definitiva e inevitablemente tienen que haber resultados; caso contrario, o miente, o su rutina no ha sido correcta.

Por desgracia, durante mucho tiempo, ha sucedido algo que Mahatma Ghandi manifestó al decir: "Me gusta tu Cristo, no me gustan tus cristianos. Tus cristianos son tan diferentes a tu Cristo". 

Un cristiano verdadero, aquél que sigue las pisadas de su maestro, definitivamente tiene que evidenciar a Cristo en su vida; no se trata de un simple gusto o convicción intelectual, un cristiano verdadero ha sido transformado y ha pasado de vida a muerte (Jn. 5:24) por la fe en Cristo Jesús (Gal. 3:26), sabiendo que en Él no hay condenación, pues no se anda conforme a la carne sino conforme al Espíritu (Ro. 8:1) De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas (2a de Corintios 5:17)

Para terminar, además de no pasar desapercibido el hecho mencionado: que no debemos ni medirnos por medios externos y secundarios, tampoco debemos medirnos respecto a otros cristianos (aunque muchos lo apliquen en sentido inverso), "sino que cada uno examine su propia obra, y entonces tendrá motivo para gloriarse solamente con respecto a sí mismo, y no con respecto a otro" (Gal.6:4) hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo (Ef. 4:13).

Fraternalmente.


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