jueves, 7 de abril de 2016

El engaño de la fama



Dicen que la fama lo es todo; aunque solo si tienes un rostro que lo identifique.

Y es que recientemente vi un vídeo donde Cristiano Ronaldo pasa desapercibido por una hora aproximadamente, a pesar de estar en plena plaza pública y realizando dominadas con un balón. Nadie le tomó importancia ya que estaba caracterizado con un rostro diferente.

Lo que él haga, o deje de hacer, está estrechamente ligado a su imagen; es decir podría no haber dado ni un solo toque al balón, pero con su rostro conocido hubiera sido suficiente para atraer a las personas y no pasar inadvertido.

Ese video, dejó en claro que la gente se interesa más por la fama que por el talento, ya que definitivamente el talento que mostró el "desconocido" fue el mismo talento de siempre.

Al final, un niño que no lo discriminó, fue el afortunado en darse tremenda sorpresa al saber con quién estaba jugando y se llevó el balón autografiado; es precisamente en ese momento cuando el famoso jugador se quita la caracterización e inmediatamente todos corren a tomarle fotografías, se emocionan, se juntan alrededor del ídolo del Real Madrid; todo es risas, alegría, sorpresa.

Algo semejante ocurre con muchos cristianos hoy día, se van tras la fama y no tras Dios que es quien debe ser exaltado y glorificado en todo.

Es decir, no es lo mismo decir, este sábado habrá una conferencia con Pedrito Gómez, que decir este sábado habrá una conferencia con "X" predicador internacional; todos conocemos lo diametralmente opuesto de la respuesta del público cristiano y el "arrastre" que tendrá el último caso.

Al igual que el pueblo de Israel, somos los creyentes quienes pedimos, fabricamos y realizamos nuestros ídolos, sólo queremos aquello que va acompañado de fama, sin importar si encontramos a Cristo y sus enseñanzas en medio de los grandes eventos.

El problema en este caso es que se sigue a la persona famosa y no a Cristo, ya que Él está en medio de dos o tres que se encuentren congregados en su nombre (Mt. 18:20).

Aún a Jesús, las multitudes le seguían únicamente por su fama, por lo que podían y esperaban recibir de él, por ver las señales, los milagros, por tocarle, verle, por estar cerca de Él y no precisamente para ser sus discípulos.

Desde luego que algunos encontraron bendición, tal es el caso de la mujer de flujo de sangre; pero los demás, todos los que le apretaban, únicamente estaban tras el famoso hijo del carpintero por motivos tan distintos a la mujer que fue salva y sana.

Hoy día, muchas congregaciones están llenas de personas que sólo aprietan, pocos que se acerquen con fe

Por eso existen personas que aprovechan esa oportunidad para venderse como el "ungido" de moda; ya que a esta generación le importa más el mensajero que el mensaje; vamos tras la fama tal como la ofrece el mundo, nos muestran los reinos del mundo y la gloria de ellos y corremos postrados a adorarle.

Muchos cristianos sólo buscan la popularidad de las personas, entre más reconocida y más se hable de ellas, más famosas son y más "dignas" de escuchar. Por eso existen también, muchos predicadores que prefieren evitar tocar temas incómodos o "pasados de moda" para permanecer en el ranking, en el top evangélico; y bueno, en todos lados hay gente que dice cosas bonitas y positivas, pero pocos que enseñen las verdades bíblicas, que no siempre son agradables al oído pero si necesarias para el espíritu.

Hoy día las organizaciones religiosas están más preocupadas por responder a los retos modernos, a las demandas de nuestra sociedad modernista y capitalista, aplicando métodos que satisfagan las necesidades de expansión, vendiendo la imagen de los líderes, firmando acuerdos estratégicos, publicitando la garantía de un servicio súper espiritual con milagros garantizados.

Llegar a ser famoso (popular) no es malo, el problema deviene cuando:
1. Se tiene como finalidad ser famoso (popular). Esto llevará a adecuarse a lo que el "público" pide y lo que acepta, el predicador deja de lado la esencia del evangelio y presenta un "producto" que le dé el éxito que necesita, ya que se ha extendido la idea que de no ser reconocido, no podría ser tomado como un ministerio "exitoso".
2. Las personas generamos a alguien para satisfacer nuestra necesidad de tener una persona famosa a quien idolatrar (de una manera sutil). Elegimos a alguien agradable, simpático, con quien nos identificamos, alguien que haga el papel que necesitamos y queremos... ¡nuestro predicador a la medida!

Por tanto, no debemos perder de vista que la meta del cristiano, no es la fama (popularidad), ¡sino la salvación!

Desde luego que un hombre temeroso de Dios se hará de una buena fama (un buen nombre, ser reconocidos por la honestidad y santidad, lo que no necesariamente implica popularidad).

Se puede ser famoso sin tener buena fama, para muestra cuántas súper estrellas existen que se encuentran inmiscuidos en escándalos, drogas y problemas con la ley, son populares pero sin un buen nombre debido a su conducta y a sus acciones.

Dios nos llevará a donde Él desee, sea a la corte de un rey como Daniel, a ser Rey como David o al desierto cómo a Moisés, aunque en el proceso tengamos que estar en el foso de los leones o pasar años en la cárcel como José; el Señor permitirá que se haga descender fuego del cielo como a Elías, o a no hacer un solo milagro como Juan el Bautista. La fama de ellos no dependió de lo que las multitudes pensaban, su fama dependía de que sus acciones estaban encaminadas a agradar a Dios y nada más.

Seamos íntegros, caminemos en santidad y honestidad ante el Señor, no busquemos nuestra popularidad, ni la de otros, eso siempre es pasajero y efímero; Jesús mismo fue popular en medio de su ministerio, pero al final todos le abandonaron.

Es necesario pues que busquemos a Cristo y sólo a Él, su reino y su justicia, lo demás será añadidura.

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