jueves, 25 de febrero de 2016

Consintiendo la decadencia moral.


Últimamente he observado un fenómeno muy evidente en la sociedad contemporánea, salta a la vista el hecho innegable de que se han perdido valores y principios fundamentales que trajeron como consecuencia la desaparición de conceptos, situaciones y costumbres que antes eran impensables que sucedieran. 

Se han aceptado conductas que en otro tiempo hubieran sido rechazadas de inmediato, no solo desde la perspectiva religiosa, sino desde la perspectiva moral y social.

A alguien se le ocurrió "modernizar" la sociedad, dejando de lado principios eternos para acomodarlos a realidades temporales, con la única finalidad de dar gusto a los oídos que nunca se sacian de escuchar y a los ojos que nunca se sacian de ver.

¡Ay de los que llaman a lo malo bueno
y a lo bueno malo,
que tienen las tinieblas por luz
y la luz por tinieblas,
que tienen lo amargo por dulce
y lo dulce por amargo!
Isaías 5:20 (Nueva Versión Internacional NVI)

La gente piadosa ha sido eliminada del país,
¡ya no hay gente honrada en este mundo!
Todos tratan de matar a alguien,
y unos a otros se tienden redes.
Nadie les gana en cuanto a hacer lo malo;
funcionarios y jueces exigen soborno.
Los magnates no hacen más que pedir,
y todos complacen su codicia.
Miqueas 7:2-3 (NVI)

De cierta forma, el resultado de la decadencia moral que vive la sociedad hoy día, es resultado de haber abaratado el estándar moral, bajo el argumento de modernización o libertad de conciencia, cuyo único resultado es lo que vemos en la actualidad. 

Nos quejamos de muchas cosas, preguntamos qué se ha hecho mal, culpamos a las instituciones de gobierno, a nuestros antepasados, a los políticos, a la religión o a todo lo que se nos pueda ocurrir; pero la verdad es que, lo que tenemos hoy, es lo que como seres humanos hemos elegido: una vida haciendo lo que mejor nos parece según nuestro criterio, dando satisfacción a nuestros propios deseos, siendo ególatras, perdidos en la auto-satisfacción y el culto a la personalidad, pero sobre todo hemos decidido darle la espalda a Dios y a su Palabra.

Para muchos pudiera ser imposible que esa sea la causa, al menos en América, en la cual las Sagradas Escrituras se enseñan y se predican cada semana. Pero el resultado salta a la vista.

Para aquellos que asisten a las iglesias, el problema son los demás, los incrédulos, los que no siguen a Dios; pero la realidad social, resulta ser un indicativo de la "salud espiritual" de la iglesia local. Es imposible tener "paz" en una ciudad y continuar sin el impacto consecuente de la presencia de Dios, es imposible ser una ciudad, poblado o nación con alto número de cristianos y tener una sociedad podrida; o hay persecución, o hay una sociedad con bienestar a causa de los hijos de Dios; no hay punto intermedio, en el que la sociedad va con dirección al cataclismo y los creyentes encerrados en su burbuja religiosa.

En el libro de Génesis, vemos la historia de José, fue perseguido y encarcelado, para posteriormente influir y gobernar a favor de los egipcios, librando a toda una nación no temerosa de Dios de una situación desastrosa.

Así podemos mencionar a Daniel, que después que fue puesto en el foso de los leones, gracias a su testimonio y fidelidad, se emitió ordenanza real:
De parte mía es puesta esta ordenanza: Que en todo el dominio de mi reino todos teman y tiemblen ante la presencia del Dios de Daniel; porque él es el Dios viviente y permanece por todos los siglos, y su reino no será jamás destruido, y su dominio perdurará hasta el fin.
Daniel 6:26
En la carta que escribió el profeta Jeremías a los cautivos en Babilonia, los exhorta a procurar el bienestar de la ciudad adonde el Señor los había deportado, y pidieran al Señor por ella, porque el bienestar de ellos dependía del bienestar de la ciudad. Jeremías 29:7

Babilonia podría ser en mucho, semejante a nuestra sociedad actual. Dentro del argot cristiano, representa el pecado del mundo y el estilo de vida alejado de Dios, entre otras cosas. Pero al pueblo de Dios se le indica que deberá procurar el bienestar de la ciudad, no como resultado de una acción fortuita o producto del azar, sino como una acción positiva, activa, que no es a consecuencia de un evento inesperado, sino de la acción, presencia y oración del pueblo de Dios.

Infortunadamente, en muchas partes de América, hay iglesias locales que tienen la actitud de la iglesia de Laodicea:
Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; Apocalipsis 3:17a
Creen no tener necesidad de nada, que lo tienen todo, sin importarles la condición real, se guían únicamente por apariencias, mucho menos les importa la condición de la comunidad que les rodea, asumiendo que lo que ocurra afuera es no es problema de ellos; mientras no tengan persecución y cumplan con sus gestos de adoración (sin adorar en verdad), que la tierra gire y se despedace, porque sólo esperan la promesa de su Señor.
y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo.
Apocalipsis 3:17b
Pero el hecho de tener una sociedad destrozada desde sus entrañas, definitivamente es resultado de la inoperancia, religiosidad y falta de espiritualidad de las congregaciones, las cuales se conforman con ser tan solo oidores, y no hacedores de la Palabra.

Así como en la sociedad se han diluido principios, y se ha errado en el camino, al interior de la iglesia eso ha ocurrido siglo tras siglo. El mismo fenómeno se repite con el paso del tiempo, por eso siempre se hace necesario un avivamiento de parte de Dios, no un avivamiento emocional, lleno de apariencias y auto-satisfacciones religiosas, sino un avivamiento que conmueva desde las mismas entrañas a la iglesia, que la haga volver a las Escrituras, en la que se tiene convicción de pecado, donde se predique el evangelio como poder de Dios para salvación, produciendo el milagro más grande: el nuevo nacimiento.

En muchas partes se necesita abrir los ojos a nuestra realidad, de que no somos como decimos ser; que no somos ricos y que si tenemos necesidad, sólo entonces podremos ser luz en medio de las tinieblas y procuraremos activamente el bien de nuestra sociedad, porque en su bienestar encontramos el nuestro. 

Nos hemos conformado con presentar el evangelio como un medio para obtener la felicidad, la paz mental y la seguridad emocional. Resulta alarmante la cantidad de experiencias seudo-religiosas que producen mucha alegría carnal, que alimentan la carne y envanecen el corazón con amor propio.

Otra situación que ha evitado alcanzar a nuestra sociedad, es el cristianismo silencioso. Esta silenciosa religión que se disculpa diciendo: «No tengo nada que decir», «Bueno, sólo Dios conoce mi corazón, no necesito demostrar nada»  «No quiero incomodar a nadie». Me pregunto si simplemente no estás excusando el hecho de que, en tu interior no haya algo para compartir de la misma forma que de gracia recibisteis.

Una realidad que se suma a las anteriores, y que de igual forma ha limitado afectar positivamente a la colectividad que nos rodea, es que en nuestros días, todo en las iglesias parece ser comercializado, hay una apariencia de que las maravillas y los milagros que pertenecen a organizaciones y corporaciones.

El cristianismo continuará apartándose más y más de la posición enseñada en el Nuevo Testamento, a menos que sus líderes dejen de ser las estrellas religiosas modernas, para convertirse en los modestos santos que no desean alabanza y no buscan una posición, sino que se sienten felices cuando toda la gloria se atribuye a Dios y ellos son olvidados.

Y una forma evidente de que la iglesia se ha apartado de lo que enseña el Nuevo Testamento, es que generalmente, se presenta a Cristo como alguien maravilloso, pero que no es demasiado capaz de discernir lo profundo de nuestro corazón; como alguien que se deleita en ayudarnos a lograr nuestras metas, y que luego nos hace el favor de abstenerse de hacer preguntas molestas en cuanto a las cualidades morales y espirituales de esas metas. Un Cristo adecuado a nuestras expectativas. 

En la iglesia, es tan grande la brecha que separa la teoría de la práctica, que algún extraño curioso que eche un vistazo a ambas, no podría soñar que existe alguna relación entre ellas.

La iglesia promedio, sencillamente, no se anima a cotejar sus prácticas con los preceptos bíblicos.

Los cristianos hemos caído en el hábito de aceptar a los más ruidosos y a los más destacados entre ellos como los mejores y los más grandes. Ellos también han aprendido a igualar la popularidad con la excelencia. En abierto desafío al Sermón del monte, los cristianos han dado su aprobación a quienes hacen sentir sus derechos en lugar de los mansos; a los seguros de sí mismos, en lugar de a los que lloran; a los cazadores de publicidad que buscan estar en los titulares, en lugar de los puros de corazón que ven a Dios.

Debemos esforzarnos porque nuestras creencias y prácticas sean neo-testamentarias en su contenido. Debemos enseñar y creer las verdades del Nuevo Testamento sin que se infiltren cosas del exterior.

Podemos continuar enumerando muchos errores que nos han hecho responsables de lo que hoy vivimos como sociedad, por no asumir la responsabilidad a lo que hemos sido llamados; pero definitivamente todo es consecuencia de haber diluido la esencia del Evangelio de Cristo al interior de las iglesias y en el peor de los casos, haberse apartado del Evangelio hasta tal punto de predicar otro evangelio. Debemos erradicar la noción de que así como los tiempos cambian, la iglesia debe cambiar con ellos o que los cristianos deben adaptar sus métodos de acuerdo a las demandas de las personas. Los principios de Dios son eternos, desviarnos de ellos, comprometer su mensaje, tendrá consecuencias en la comunidad en la que nos desenvolvemos.

Existe una noción generalizada según la cual el cristianismo está en sus últimos suspiros, demasiado débil o casi muerto. En la mente de muchos que no comprenden el cristianismo, la principal prueba de su muerte es el hecho de que cuando el mundo más lo necesitaba, no ha provisto un liderazgo.

Alguien dijo que "el despertar espiritual no es ya una opción, sino una necesidad por las condiciones del mundo y de la humanidad hoy día". Estoy convencido que cuando el pecado hace patente su oscuridad ante el mundo, es cuando la luz de Cristo debe brillar con más intensidad.

Aquellos que se han adelantado a enterrar la fe de nuestros padres, han hecho la cuenta sin tomar en cuenta la naturaleza de la Iglesia. De la misma manera en que una vez enterraron a Cristo con la plena certeza de que se habían librado de él, así su iglesia ha sido puesta a descansar un sinnúmero de veces, muchas veces por el descuido y negligencia de quienes profesan el cristianismo. Pero de la misma manera en que Jesús desconcertó a sus enemigos levantándose de la muerte, así la iglesia ha confundido a los suyos resurgiendo nuevamente, vez tras vez, a una vida vigorosa, a pesar de que le habían rendido todas las exequias sobre su ataúd y habían derramado las lágrimas de cocodrilo sobre su tumba. Un resurgimiento que no es mérito propio, sino por la gracia y la misericordia de Dios, a través del poder del Espíritu Santo.

Todo aquel que quiera ser discípulo de Cristo, debe ser fiel a la verdad, por tanto,  debe vivir una vida consecuente a lo que dice creer y confesar; es necesario reflejar a Cristo en nuestras vidas, algo menor que eso, solo refleja intentos humanos por dar evidencia de algo que no tenemos, y si no tenemos a Cristo, inevitablemente nos conformaremos con lo que acalla nuestras conciencias pero sin ser un "agente" de bendición para la sociedad, si tan sólo diez justos hubieren sido hallados en dentro de la ciudad de Sodoma, la ciudad hubiera sido perdonada por amor a ellos (Génesis 18:16-33). Si nuestra tierra hoy sufre tan evidentes muestras de padecimiento y destrucción, no solo es por causa de los impíos, hace falta Danieles que por su causa el reino sea prosperado, pero primero es necesario decidir apartarse y no contaminarse de la comida del Rey, para consagrarse a la vida en Cristo, sin importar que el foso de los leones se encuentre de por medio.

Si mi pueblo, que lleva mi nombre, se humilla y ora, y me busca y abandona su mala conducta, yo lo escucharé desde el cielo, perdonaré su pecado y restauraré su tierra.
2a de Crónicas 7:14



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